Giovanni Battista Morgagni (1682-1771)
El establecimiento de formas típicas de enfermar, «especies morbosas», a partir de la observación de los enfermos, fue el programa que emprendió el inglés Thomas Sydenham (1624-1689) en el siglo XVII. Se habría de generalizar durante el siglo siguiente, en gran medida por el impulso del holandés Hermann Boerhaave (1668-1738) desde la Universidad de Leyden. Boerhaave lo asoció a la enseñanza junto al lecho del enfermo, método heredado de la escuela de Padua, e insistió en la importancia de la investigación necrópsica. Bajo su enorme influencia, los resultados de la cada vez más extendida y frecuente práctica de autopsias comenzaron a publicarse en una serie de libros de intención sistematizadora. La obra del italiano Giovanni Battista Morgagni (1682-1771) representa, como veremos, la culminación de esta corriente. No sólo se le considera por ello el fundador de la anatomía patológica moderna, sino también el de una medicina basada en el diagnóstico clínico de las lesiones orgánicas, que durante la primera mitad del siglo XIX dominó desde París el desarrollo de la medicina científica moderna.
Giovanni Battista Morgagni nació en 1682 en Forlìn, cerca de Bolonia. En la Universidad de Bolonia estudió medicina especialmente influido por las enseñanzas de dos discípulos de Malpighi, I. F. Albertini (1662-1738) y A. M. Valsalva (1666-1723). Tras graduarse en 1701 fue asistente de Valsalva e incluso le sustituyó en la docencia universitaria durante un año. Su primer libro Adversaria anatomica prima (Bolonia, 1706) le valió el reconocimiento internacional como anatomista, pero quiso regresar a su ciudad natal en 1709 para practicar la medicina. A pesar de ejercerla con gran éxito aceptó la segunda cátedra de medicina teórica en la Universidad de Padua en 1711, a la edad de 29 años. Cuatro años después pasó a enseñar anatomía desde la cátedra que habían ocupado antes que él Vesalio y Faloppio, puesto que desempeñó hasta su muerte, cuando contaba 90 años. Le sobrevino entre sus estudiantes, tras seis décadas de magisterio ininterrumpido en Pa?dua. Junto con la enseñanza había desarrollado una actividad incansable en sala de disección y en la práctica de autopsias, así como en el laboratorio, donde a la observación microscópica y al examen químico de las piezas llegó a sumar la experimentación con animales.
Las formas habituales de comunicación científica en su época eran la exposición directa y la discusión con los colegas de los hallazgos que se tenían por novedosos, y así se entiende que a pesa de su gran influencia en la medicina coetánea, Morgagni publicara su gran obra médica cuando contaba 80 años de edad. Antes había publicado sus libros de anatomía humana Adversaria anatomica (1706; 1717; 1719) y Epistolae anatomicae (1728; 1740). En 1761 se imprimía en Padua (Venecia) su De sedibus et causis morborum per anatomen indagatis («Sobre las localizaciones y las causas de las enfermedades, investigadas desde el punto de vista anatómico»), que sentó las bases de la anatomía patológica moderna como fundamento de la patología y la clínica.
Se le reconoce creador de la moderna anatomía patológica, pero su libro es un libro de patología y clínica. Describe las enfermedades por orden «de la cabeza a los pies», como era habitual en la época, exponiendo más de quinientos casos clínicos uno tras otro, y a cada caso sigue un informe necrópsico. La mayoría son del propio Morgagni aunque incluye muchos de Valsalva y alguno de autores de su confianza. Morgagni trata de explicar cada cuadro clínico relacionando sistemáticamente los síntomas observados en el enfermo con las lesiones halladas en la autopsia del cadáver. Presenta la patología especial en su totalidad, sobre una base anatómica.
Las lesiones anatómicas se constituyeron en el fundamento de la ciencia y la práctica médicas al comenzar el siglo XIX en el programa «anatomoclínico» de la escuela de París. Mientras que en la obra del Morgagni la lesión todavía está subordinada a las observaciones clínicas, para la nueva medicina que se estableció en el París postrevolucionario, el diagnóstico se habría de basar en señales objetivas de lesión («signos anatomopatológicos») y no en los síntomas del enfermo. Laín Entralgo ha calificado la obra de Morgagni de «hito decisivo» porque su empresa, fundada en la observación y la experiencia, hizo posible tanto la edificación de «una anatomía patológica pura, concebida como ciencia fundamental de la patología entera», como también la generalización de la «mentalidad anatomoclínica», dos de las grandes novedades del nacimiento, en el siglo XIX, de la medicina moderna.
Como gran anatomista a la altura de su tiempo, Morgagni describió numerosas estructuras anatómicas, algunas de las cuales llevan hoy su nombre. Entre otras el ventrículo laríngeo, el apéndice testicular y los appendices vesiculosae paraováricos; el lóbulo medio de la próstata es la «carúncula de Morgagni» y denominamos «cripta de Morgagni» a la fosa navicular de la uretra; las columnae y los sinus anales son las «columnas y senos de Morgagni». Varios espacios conocemos hoy por «agujeros de Morgagni», entre ellos el ciego lingual (foramen cecum linguae), el singular del oído interno (foramen singulare), o los pleuroperitoneales (trígono esternocostal o también cisura de Larrey).
Asimismo nos ha legado la descripción detallada de numerosas lesiones como gomas cerebrales, la atrofia amarilla aguda del hígado, la tuberculosis renal o los aneurismas, siempre como hallazgos necrópsicos relacionados con el cuadro clínico que presentaron en vida los pacientes. Es también el caso de la enfermedad mitral. Llamamos «síndrome de Morgagni» a la asociación de hiperóstosis frontal, virilismo y obesidad, y a Morgagni debemos la primera descripción precisa del bloqueo cardiaco («enfermedad de Morgagni-Stokes-Adams»), que explica un caso de pérdida súbita de conciencia acompañada de convulsiones. «Hernia de Morgagni» designa hoy a la hernia diafragmática retroesternal congénita, con expulsión de tejido abdominal en el tórax a través del pequeño espacio esterno-costal (uno a cada lado del diafragma) que da paso a los vasos epigástricos superiores y que denominamos agujero pleuroperitoneal o de Morgagni.
©Carla P. Aguirre Marco. Departamento de Historia de la Ciencia y Documentación. Universidad de Valencia
Bibliografía